miércoles, 21 de diciembre de 2011

Veintisiete (Manu)

Hoy iba a ser el día.
Ya estaba decidido. Lo iba a hacer hoy, fuera como fuera. Sabía que, hoy sábado, estaría en el pub donde trabajaba y Gonzalo había sugerido ir allí a tomar algo.
-Yo no sé lo que os ha dado por ese sitio- dijo Luis.
-Yo tengo la respuesta: Elena- dijo Carlos dándome una palmada en el hombro.
A veces se pasaban...
Llegamos al pub e, inmediatamente, la vi.
-¡Elena!
-¡Manu!- exclamó. Parecía contenta por verme.
Me acerqué a la barra y nos saludamos con dos besos en la mejilla. Luego, volvió a ponerse detrás de la barra y nos preguntó qué queríamos tomar. En ese momento, Gonzalo se acercó y le dijo, bromeando, a Elena:
-¡Ey, Elena!. No acapares a Manu para ti sola. Además, tú estas trabajando.
Nos reímos y después, dije:
-Sólo me estaba preguntando qué queríamos tomar.
-Ya, bueno, pues yo quiero un refresco de cola.
-Que sean cuatro más- dije.
-De acuerdo, marchando cinco refrescos de cola- contestó Elena.
Se marchó y, en poco más de un minuto, ya teníamos las bebidas servidas. Gonzalo se encargó de llevárselas a nuestros amigos. Antes de marcharse por segunda vez, dijo:
-Aquí te lo dejo, acaparadora de amigos.
Elena rió y luego, me preguntó que si yo no me iba con mis amigos. Le contesté que ahora iba, pero antes quería decirle algo. Le pregunté que a qué hora salía y ella me contestó, que en un par de horas. Quedé en recogerla en cuanto saliera y Elena aceptó. Lo que quería decirle, no me gustaría decirlo en aquel lugar.
Después de eso, me fui con mis amigos:
-¿Ya te has lanzado, don Juan?- dijo Luis.
-No.
-¿Y por qué?- preguntó Carlos.
-Dejarlo, que lo haga cuando él lo vea oportuno. Además, ¿qué mas os da que lo haga o no?- dijo Gonzalo.
-Simple curiosidad.
-Pues la curiosidad mató al gato- dije.
-Pues como no te des prisa, te van a quitar a la chica.- contestó Carlos.
Puse los ojos en blanco. A veces, me desesperaban, de verdad que si.
Estuve un rato mirando a Elena mientras trabajaba, por lo menos hasta que a Luis se le ocurrió decir:
-¿Nos vamos?
Todos asintieron y yo me acerqué a la barra para decirle a la chica que la esperaba a las ocho en la puerta del pub.
De hoy no pasaba que le dijese la verdad.

Veintiséis (Elena)

La semana había pasado volando y, de nuevo, era sábado. No había visto en estos días a Manuel. Como cualquier sábado, yo estaba trabajando en el pub, para no variar.
El martes había visto a Gonzalo por la tarde. Yo salía de una tienda con mi madre y él, entraba en la misma, con la suya. Me saludó y me dirigió una sonrisa. Yo le contesté de la misma forma.
Suspiré y seguí reponiendo el estante donde estaban colocados los batidos. Al terminar, me puse a ayudar a Jaime con los clientes. No habían pasado ni dos minutos de esto, cuando, de repente, lo vi entrar. Me vio enseguida.
-¡Elena!
-¡Manu!.
Se acercó a la barra. Salí de ella y nos saludamos con dos besos en la mejilla. Aquello provocó que me sonrojara un poco. Volví a entrar por detrás de la barra. Sentía que el corazón se me salía del pecho.
-¿Qué queréis tomar?- le pregunté.
Él sonreía. Yo miré a sus amigos y Gonzalo se acercó a nosotros.
-¡Ey, Elena!. No acapares a Manu para ti sola. Además, tú estas trabajando- bromeó.
Todos reímos y luego, Manuel habló:
-Sólo me estaba preguntando qué queríamos tomar.
-Ya, bueno, pues yo quiero un refresco de cola.
-Que sean cuatro más- dijo Manuel.
-De acuerdo, marchando cinco refrescos de cola- dije y fui por los refrescos y los vasos.
Regresé a los pocos segundos y les serví. Gonzalo se llevó dos y, luego, regresó a por los otros dos, pero antes de irse por segunda vez, dijo:
-Aquí te lo dejo, acaparadora de amigos.
Me tuve que reír. Gonzalo parecía un chico bastante bromista.
-¿Tú no te vas con tus amigos?- le pregunté a Manuel.
En ese momento, apenas había clientes, así que podía hablar un ratito con él.
-Ahora voy.
-Vale- dije y se me escapó una sonrisa tonta.
-Quería decirte algo.
-Dime-
-¿Te queda mucho para salir?
-Un par de horas, ¿por?
-Porque, quiero decirte algo y no me gustaría hacerlo aquí.
-Vale.
Sonrió y dijo:
-Te espero a las ocho en la puerta, ¿te viene bien?
Asentí.
Presentí que algo bueno iba a suceder.

Veinticinco (Elena)

Domingo, 24 de Mayo.
¡Esto si que no me lo puedo creer!. Hoy he estado hablando más de una hora con Manu (me ha dicho que lo llame así, porque todos sus amigos lo llaman de esa manera). Estoy en una nube. Todo esto me parecía un sueño. Estoy muy contenta. ¡Ay!. Debo de confesar que esto no me lo esperaba. Nunca imaginé poder hablar con él. Pero me alegro y mucho.
Ya tenemos cierta confianza. O por lo menos eso me parece a mí.
Cris me ha dicho, mientras veníamos para casa, que le mola hablar con Gonzalo. Al final, estos dos tienen algo.
Estaría bien eso de salir los cuatro, ¿no?
Bueno, creo que me estoy pasando un poco, ¿verdad?. Pero es que estoy muy contenta con todo lo que está pasando. Aunque la verdad, es que nunca me lo hubiese imaginado, bueno, tal vez si...
Me voy a ir yendo, otro día contaré un poco más. Hasta la próxima...

Cerré el diario y lo guardé en su sitio. Luego, fui al baño y regresé a mi habitación. Me puse el pijama, cogí mi ordenador portátil y me conecté al chat. Vi a Cristina conectada. No tardó ni un segundo en hablarme:
-Hola... ¿a qué no sabes con quién estoy hablando?
-Hola, y yo que sé. A ver, dime, ¿con quién estás hablando?
-¡Con Gonzalo!
Me reí. Al final iba a tener yo razón cuando le dije que ella iba a tener algo con Gonzalo.
-¿Y eso?- le puse.
-Pues nada, que cuando fuimos a por las chuches, me preguntó que si le pasaba mi dirección de correo electrónico y lo hice.
-¡Ah!. Ya te lo dije antes, tú acabas con él.
-Si, ya, claro. Y tú, con Manuel.
-Ya se verá- escribí y noté como mis mejillas se encendían.
-Desde luego. Pero, como yo te dije, tiempo al tiempo. Cuando estés con él, verás como me darás la razón.
-Vale, como tú quieras.
-Que si, que si.
-Que vale. Bueno, me marcho a dormir, que ya es tarde. Que disfrutes hablando con Gonzalo.
-Ja, ja, ja. ¡Que graciosa eres!. Vale, ya nos vemos mañana, besos.
-Besos-
escribí y me desconecté.
Solté el ordenador encima del escritorio y me metí en la cama.
Había veces que Cristina me sorprendía con lo que decía.

Veinticuatro(Manu):

-Tío, no me puedo creer que, por fin, hayas hablado con Elena. Su amiga tenia razón cuando me dijo que os dejásemos solos- dijo Gonzalo llegando a la puerta de mi casa.
-¿Cuándo sucedió eso?- le pregunté extrañado.
Mi amigo rió y dijo:
-Ya veo que estabas en Babia. Pues eso sucedió cuando estábamos en la Plaza mayor, pero claro, Elena y tú estabais en una conversación tan interesante, que no os dabais cuenta de nada.
Ahora que me acordaba, era verdad. Estaba tan absorto en mi conversación con Elena que ni me daba cuenta de la que tenían Gonzalo y Cristina.
-Bueno, Manu, me marcho para casa. Ya nos vemos el próximo fin de semana- dijo mi amigo.
-De acuerdo. Adiós, Gonzalo- me despedí.
-¡Adiós!- se despidió y se marchó.
Yo entré en casa. Mi madre me dijo que tenía la cena en el microondas, así que cené solo en la cocina. Sobre las once y media, me fui a dormir.
Estando acostado en la cama, recordé la conversación con Elena. Había descubierto muchas cosas sobre ella. Me di cuenta que, ambos teníamos muchas cosas en común.
No la noté muy tímida, como me dijo su amiga. Bueno, al principio, quizás un poco, pero luego, no tanto.
Gonzalo y Cristina tardaron cerca de media hora para comprar las gominolas.
-Había mucha gente- dijo la chica cuando llegaron.
No creo que fuese verdad, pero bueno...
La verdad, es que aquella conversación no estuvo tan mal como creía. Por lo menos, nos habíamos reído. Hubo un momento en el que estuve a punto de decirle la verdad, pero me eché para atrás.
¿Y si con lo bien que iba todo, lo estropeaba?. Ya sabía que le gustaba a Elena, pero prefería que las cosas siguieran su curso. Era mejor no precipitarse. Las cosas estaban bien de esta forma. Al menos, ya había conseguido hablar con ella.
Mi móvil sonó. Un mensaje de Gonzalo:
"Buenas noches. Perdona que te lo diga ahora, pero antes se me olvidó. Cristina, la amiga de Elena, es muy simpática, me cae bien, ja, ja. Bueno, eso era todo. Buenas noches de nuevo, Don Juan".
Me tuve que reír. Me pareció que, a Gonzalo, le estaba empezando a gustar Cristina. No, si al final con la tontería, acaba él antes con la amiga de Elena que yo con ella.
En fin, ya el tiempo dirá lo que pasa.
Me giré hacía la izquierda, cerré los ojos y me quedé dormido.

Veintitrés(Elena):

¡Esto era un sueño!
Estaba teniendo una conversación de lo más normal con Manuel. No había tartamudeado ni una sola vez. Incluso me reía.
Estábamos en la Plaza Mayor de nuestro pueblo, sentados en un banco. Cristina y yo estábamos sentadas entre los dos chicos. Ella hablaba con Gonzalo y yo, con Manuel.
En esta hora que llevaba hablando con él, había descubierto que era mucho más simpático de lo que creía. Creo que me estoy enamorando aún más de él. ¿He dicho enamorando?. Lo pensé un segundó mientras me perdía en sus ojos.
Si, era verdad. Estaba completamente enamorada de Manuel. Y aquella situación, lo dio por hecho.
Hablábamos de lo que nos gustaba hacer, en qué empleábamos nuestro tiempo libre, etc...
-A mí me gusta mucho leer, el cine, la música y estar con mis amigas, como es lógico.
-A mí también me gusta mucho leer, pero ahora con mis estudios, no puedo leer mucho, que digamos- añadió en una bonita sonrisa.
Su sonrisa me dejó hipnotizada. Es que es tan guapo, tan bueno, tan... Era mejor que no me perdiese por mi mundo, si no quería perder el hilo de la conversación.
De pronto, Cristina se levantó. Me quedé mirándola. Gonzalo también se levantó. Mi amiga me miró y dijo:
-Voy a comprar gominolas, ¿queréis algo?.
-Espera, que voy contigo- dije.
-¡No!, ya voy yo con Gonzalo. Tú quédate aquí con Manu y sigue hablando con él.
-Pero...
-Ni peros ni nada, Elena. Te quedas aquí con mi amigo. No creas que voy a secuestrar a tu amiga. Puedes estar tranquila que no va a pasarle nada- dijo Gonzalo.
Estaban intentando dejarme a solas con Manuel. Esta me la pagaba Cristina. Así que me tuve que resignar y quedarme allí sentada. Eso sí, mi amiga no se libró que la mirase mal mientras se iba riendo con Gonzalo.
-Hay que ver como se ha puesto tu amiga en cuanto le has dicho que querías ir con ella- dijo Manuel.
-Está loca- dije y lo miré.
No sé por qué, pero sonreí.
Él también lo hizo y un millón de mariposas revolotearon por mi estomago.
-No sé lo que podrán estar tramando- dijo él.
Me encogí de hombros, pues tenía una ligera idea de lo que tramaban.

Veintidós(Manu):

Mientras la veía trabajar detrás de la barra del pub, me convencí para hablar con ella de una vez. No debía de esperar más. Cuando saliésemos de allí, aprovecharía. No iba a perder más tiempo.
-Un buen partido para quien se la lleve- oí decir a Cristina.
Giré la cabeza hacía ella. Me miraba sonriendo y luego, empezó a buscar algo en su bolso. Vi que sacaba una pequeña libreta y un bolígrafo. Garabateó algo en una hoja y me pasó la nota:
Aprovecha y no seas tonto. Elena está colada por ti hasta los huesos. Está esperando a que le digas algo. Es un poco tímida, pero en cuanto lleve cinco minutos hablando contigo, se suelta. Así que, aprovecha la ocasión.
La miré y asentí.
Tenía razón: ya era hora de que hablase con ella. No podía desperdiciar un minuto más. Estaba decidido hablar con ella. Y eso fue lo que hice en cuanto salimos del pub.
Gonzalo se percató de mis planes y se puso a hablar con Cristina en un tono muy animado. Elena y yo íbamos detrás de ellos. Noté a la chica algo tímida, pero haría caso a las palabras de su amiga. Veremos si es verdad.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en el pub?
-¿Cómo?... ¡Ah!, pues un año, más o menos.
-¿Te gusta?- pregunté intentando mantener una conversación con ella.
-Hombre, no es santo de mi devoción, pero tampoco está mal. Prefería trabajar en otra cosa, pero esto está bien.
-¿Y en que te gustaría trabajar?
-Me gusta mucho eso de ser recepcionista de hotel. Creo que cumplo los requisitos académicos para ello.
-Suena bien. Lo mío, como sabes, es la medicina. Es una carrera larga, pero está bien.
-Yo de pequeña, quería ser enfermera, pero ya no.
-¿Y eso?
-Me da cosa ver la sangre. Me pongo mala de sólo pensar en ver a alguien cubierto de sangre- dijo con cara de asco.
Me reí y ella también.
Gonzalo y Cristina miraron hacía atrás. Ambos sonrieron. Parecían contentos de que, por fin, mantuviera una conversación con Elena.
Ni yo mismo me lo creía. Ella parecía sentirse bien hablando conmigo. Eso era una buena señal o, al menos, me lo parecía a mí.

Veintidós(Manu):

Mientras la veía trabajar detrás de la barra del pub, me convencí para hablar con ella de una vez. No debía de esperar más. Cuando saliésemos de allí, aprovecharía. No iba a perder más tiempo.
-Un buen partido para quien se la lleve- oí decir a Cristina.
Giré la cabeza hacía ella. Me miraba sonriendo y luego, empezó a buscar algo en su bolso. Vi que sacaba una pequeña libreta y un bolígrafo. Garabateó algo en una hoja y me pasó la nota:
Aprovecha y no seas tonto. Elena está colada por ti hasta los huesos. Está esperando a que le digas algo. Es un poco tímida, pero en cuanto lleve cinco minutos hablando contigo, se suelta. Así que, aprovecha la ocasión.
La miré y asentí.
Tenía razón: ya era hora de que hablase con ella. No podía desperdiciar un minuto más. Estaba decidido hablar con ella. Y eso fue lo que hice en cuanto salimos del pub.
Gonzalo se percató de mis planes y se puso a hablar con Cristina en un tono muy animado. Elena y yo íbamos detrás de ellos. Noté a la chica algo tímida, pero haría caso a las palabras de su amiga. Veremos si es verdad.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en el pub?
-¿Cómo?... ¡Ah!, pues un año, más o menos.
-¿Te gusta?- pregunté intentando mantener una conversación con ella.
-Hombre, no es santo de mi devoción, pero tampoco está mal. Prefería trabajar en otra cosa, pero esto está bien.
-¿Y en que te gustaría trabajar?
-Me gusta mucho eso de ser recepcionista de hotel. Creo que cumplo los requisitos académicos para ello.
-Suena bien. Lo mío, como sabes, es la medicina. Es una carrera larga, pero está bien.
-Yo de pequeña, quería ser enfermera, pero ya no.
-¿Y eso?
-Me da cosa ver la sangre. Me pongo mala de sólo pensar en ver a alguien cubierto de sangre- dijo con cara de asco.
Me reí y ella también.
Gonzalo y Cristina miraron hacía atrás. Ambos sonrieron. Parecían contentos de que, por fin, mantuviera una conversación con Elena.
Ni yo mismo me lo creía. Ella parecía sentirse bien hablando conmigo. Eso era una buena señal o, al menos, me lo parecía a mí.

Veintiuno(Elena):

No podía creerme lo que acababa de hacer. Aunque el no creerme casi nada era, en estos dos últimos meses, algo normal.
Acababa de invitar a Manuel y a Gonzalo a tomar algo y no tengo ni idea como lo he hecho.
-Tía, eres la bomba. Ves a Manuel, con las consecuencias de que te pones como un tomate, no atinas a articular palabra, pero vas y lo invitas a que se venga a tomar algo.
-Lo hago para que te ligues a su amigo.
-Serás...
Sonreí.
Miré de reojo hacia atrás. Sabían que venían detrás de nosotras, porque oía sus voces, pero quería saber si era verdad que era él el que venía. A veces, creía que me estaba volviendo loca.
Llegamos al pub y me giré hacía los dos chicos para ver lo que querían tomar. Ambos pidieron un refresco de cola para cada uno. Me acerqué a la barra junto a Cristina y me disponía a pedirle a Jaime (mi compañero de trabajo), cuando éste me dijo:
-Entra tú y sírvete lo que sea. Tengo mucho lío.
La verdad es que el pub había mucha gente, así que le hice caso y entré. Al verme de aquella manera, Manuel y Gonzalo se acercaron a la barra:
-¿Te han puesto a trabajar en tu día libre?- preguntó Manuel algo extrañado.
-No, sólo que Jaime tiene mucha lío y no ha podido servirnos. Me ha pedido que lo haga yo- dije y fui por cuatro vasos.
Los puse en la barra y empecé a ponerles hielo. Luego, saqué de la nevera, cuatro refrescos de cola, les quité la chapa y los vertí en los vasos. Miré a Jaime y le dije:
-¿Te echo una mano?
-No quiero molestarte en tu día libre. Además, vienes acompañada.
Miré a mi amiga, a Manuel y a Gonzalo. La verdad es que me apetecía estar con él un poco, pero me daba cosa dejar sólo a Jaime con tanta gente.
-No creo que les importe. Tienes mucha gente hoy aquí, así que te ayudo.
Miré de nuevo a Cristina y a los chicos. Les dije con la mirada que me perdonaran.
Mientras servía, logré escuchar hablar a Manuel con mi amiga:
-Elena es muy buena chica.
-Demasiado, diría yo- añadió mi amiga.
-Se le ve en la cara- dijo Gonzalo.
-Un buen partido para quien se la lleve- dijo Cristina.
Mi amiga siempre con segundas intenciones.

Veintiuno(Elena):

No podía creerme lo que acababa de hacer. Aunque el no creerme casi nada era, en estos dos últimos meses, algo normal.
Acababa de invitar a Manuel y a Gonzalo a tomar algo y no tengo ni idea como lo he hecho.
-Tía, eres la bomba. Ves a Manuel, con las consecuencias de que te pones como un tomate, no atinas a articular palabra, pero vas y lo invitas a que se venga a tomar algo.
-Lo hago para que te ligues a su amigo.
-Serás...
Sonreí.
Miré de reojo hacia atrás. Sabían que venían detrás de nosotras, porque oía sus voces, pero quería saber si era verdad que era él el que venía. A veces, creía que me estaba volviendo loca.
Llegamos al pub y me giré hacía los dos chicos para ver lo que querían tomar. Ambos pidieron un refresco de cola para cada uno. Me acerqué a la barra junto a Cristina y me disponía a pedirle a Jaime (mi compañero de trabajo), cuando éste me dijo:
-Entra tú y sírvete lo que sea. Tengo mucho lío.
La verdad es que el pub había mucha gente, así que le hice caso y entré. Al verme de aquella manera, Manuel y Gonzalo se acercaron a la barra:
-¿Te han puesto a trabajar en tu día libre?- preguntó Manuel algo extrañado.
-No, sólo que Jaime tiene mucha lío y no ha podido servirnos. Me ha pedido que lo haga yo- dije y fui por cuatro vasos.
Los puse en la barra y empecé a ponerles hielo. Luego, saqué de la nevera, cuatro refrescos de cola, les quité la chapa y los vertí en los vasos. Miré a Jaime y le dije:
-¿Te echo una mano?
-No quiero molestarte en tu día libre. Además, vienes acompañada.
Miré a mi amiga, a Manuel y a Gonzalo. La verdad es que me apetecía estar con él un poco, pero me daba cosa dejar sólo a Jaime con tanta gente.
-No creo que les importe. Tienes mucha gente hoy aquí, así que te ayudo.
Miré de nuevo a Cristina y a los chicos. Les dije con la mirada que me perdonaran.
Mientras servía, logré escuchar hablar a Manuel con mi amiga:
-Elena es muy buena chica.
-Demasiado, diría yo- añadió mi amiga.
-Se le ve en la cara- dijo Gonzalo.
-Un buen partido para quien se la lleve- dijo Cristina.
Mi amiga siempre con segundas intenciones.

Veinte(Manu):

El fin de semana llegaba a su fin. Era domingo y todavía no la había visto. Ya tenía todas las esperanzas perdidas cuando, de repente, la vi.
Iba acompañada de Cristina. Yo sólo iba con Gonzalo, que me susurró, en cuanto vio a las dos chicas:
-Aprovecha.
Lo hice.
Con la excusa de ver como estaba Elena después de lo sucedido, hacía un par de semanas, le hablé:
-Hola, ¿cómo te encuentras?. Ya le pregunté a Cristina como estabas, pero me gustaría saberlo por ti misma.
-Bien, muy bien- dijo ella un poco cohibida- Hice lo que me dijiste.
-Es médico, normal que le hagas caso- dijo Gonzalo.
Me reí ante las palabras de mi amigo. Ambas chicas, también rieron. Fue Gonzalo quien siguió la conversación.
-¿A dónde vais?. Si no es mucho preguntar...
-Vamos al pub donde trabaja Elena- contestó Cristina.
-¿Trabajas hoy?- pregunté.
-No, hoy no, pero vamos a tomar algo allí. Tal vez veamos a nuestras amigas- contestó Elena.
-Es que, desde que Claudia se echó novio, no hay quien las vea. A ver si tenemos suerte y nos la encontramos allí. –añadió Cristina en tono bromista.
Todos volvimos a reír.
-¿Os venís?- preguntó Elena mirándonos a los dos.
Gonzalo me miró y habló él:
-No tenemos nada importante que hacer. Bueno, por lo menos yo, porque, ¿tú tienes algo que hacer?- me preguntó Gonzalo.
Sabía que aquella pregunta iba con segundas intenciones.
-No, claro que no- sonreí- Aceptamos vuestra invitación.- añadí mirando a Elena.
Noté que sus mejillas habían adquirido un color sonrojado cuando dije que sí íbamos con ellas.
-De acuerdo, todos en marcha.-dijo Cristina arrastrando a su amiga.
Elena puso los ojos en blanco y le susurró algo que sonó a: Estás loca.
-¿Ves cómo no me equivocaba en decir que le gustas a Elena?- me dijo Gonzalo en un susurro.
-¿Por qué lo dices?, ¿por qué nos a invitado?. Lo habrá hecho por educación.
-No me seas tonto. Tú y yo sabemos el motivo.
-Gonzalo...
-Ni Gonzalo ni nada. Tienes que aprovechar la oportunidad que te está brindando el momento.
Si yo me estaba volviendo loco, Gonzalo lo estaba haciendo aún más.
A veces, creo que le hace falta un psiquiatra.

Diecinueve(Manu):

Por fin había llegado el fin de semana. Cuando llegué a casa, inmediatamente, llamé a Gonzalo. Le dije a mi madre que, en cuanto mi amigo llegase, lo hiciera pasar a mi habitación.
No tardó mucho en llegar, pues vivía en una calle cercana a la mía. Estuvimos un rato hablando sobre nuestras cosas hasta que Gonzalo sacó el tema de Elena.
-¿Sabes?. Te acuerdas que te dije que el miércoles estuvimos los chicos y yo en el pub donde trabaja Elena, ¿verdad?.
-Si,¿y cómo estaba ella?.
Me miró como diciendo que me estaba volviendo loco, pero me contestó:
-Bien, ya te lo dije por teléfono, pero tú parecías ido. Ahora que me acuerdo, ¿cuál fue el motivo de tu llamada?
-Estaba bebiendo agua y se me resbaló el vaso. Tuve como un presentimiento.
-¡Vaya casualidad!. A ella también se le cayó un vaso.
Lo miré extrañado.
-Haríais muy buena pareja.
-¿Por qué dices eso?
-¿Te acuerdas que me dijiste que su amiga te había dicho que tú le gustabas a ella?
Asentí. Para no acordarme, aún no me lo creía del todo.
-Pues es verdad.
-¿Y cómo lo sabes?
-Me lo dijo ella misma.
-¿Elena?
Ahora fue Gonzalo quien asintió.
-Mira, es que le dije que ella a ti te gustaba desde hace tiempo. Al principio, no se lo creía, como te pasó a ti, pero luego, si lo hizo.
Me quedé sin palabras.
-¿No dices nada al respecto?- preguntó mi amigo con una sonrisa.
-Es que no se me ocurre nada que decir.
-Pues ahora que sabes que sentís lo mismo, aprovecha y conócela mejor.
-¡Cómo si fuera tan fácil!- exclamé.
-Arriésgate, Manu. Me parece que estudiar lo que tú estás estudiando, es más difícil que entablar conversación con ella.
-No te creas.
-Manu...
-Vale, vale. Hablaré con ella la próxima vez que la vea, pero como yo empiece a meter la pata...
-Yo me hago cargo- dijo en una sonrisa.
Gonzalo tenía razón. Debía de hablar con ella. No iba a ser tan difícil, digo yo. Seguro que había situaciones peores y esto no sería así.

Dieciocho(Elena):

Cuando llegué a casa, inmediatamente fui a mi habitación. No eran ni las nueve de la noche, así que mi madre me preguntó que si me pasaba algo. Le respondí que no, que simplemente me iba a duchar y que iba a coger la ropa para hacerlo.
Entré en mi habitación, cerré la puerta y cogí el diario que siempre guardaba en un cajón de mi escritorio. Empecé a escribir:
Miércoles, 20 de Mayo.
¡No me lo puedo creer!. Hoy, en el pub, han entrado varios amigos de Manuel y, Gonzalo, uno de ellos, se ha quedado hablando conmigo. Y, ¿a qué no sabes que me ha dicho?. ¡Que le gusto a Manuel!. Estoy que ni me lo creo.
Aún no se lo he dicho a las chicas. La próxima vez que lo vea, no se como voy a reaccionar. No creo que le guste de verdad, pero,¿Gonzalo no tenía por qué mentirme?, ¿No?.
Estoy muy contenta por esto. A ver si descubro algo más.
Me voy a duchar, que ya va siendo hora y si mamá descubre que estoy escribiendo en el diario, me mata (en sentido figurado, claro está). Bueno, me marcho... Hasta pronto.


Dejé el diario en su sitio y me metí en el baño. Salí unos treinta minutos después, con la cabeza ida.
Mamá ya tenía la cena puesta en la mesa. Papá se dio cuenta que me pasaba algo, porque yo sonreía como tonta.
-Déjala, Ricardo. Debe de haber descubierto algo sobre su actor favorito o algo de ese estilo. Porque, si no, no me explico su reacción- dijo mamá.
-A lo mejor, la pequeñaja se ha echado novio- dijo Amelia, mi hermana mayor.
-Muy graciosa- le contesté.
Nuestra interesante conversación, se vio interrumpida por el sonido del teléfono. Mi hermana se levantó y cogió la llamada. No tardó mucho en decir para quien era:
-Elena, te llaman.
Me levanté de un salto, aunque no tenía ni idea de quien me podía llamar a esta hora.
-Hola, Elena, soy yo, Cristina.
-Hola, ¿pasa algo?
-No, no claro que no. Es que te quiero confesar lo que hablé con Manuel.
¡Ha buena hora lo hacía!, pensé.
-Te escucho.
-Verás, me dijo que... que tú le gustas a él y que temía que lo rechazaras, porque quizás no te gustase.
-¡Ah!- exclamé.
Mi amiga notó que no me había sorprendido ante sus palabras.
-¿No te sorprendes?
-Ya lo sé. Sé que le gusto.
-¿Y cómo lo sabes?- Ahora, la sorprendida era ella.
-Gonzalo me lo ha dicho.

martes, 13 de septiembre de 2011

Diecisiete (Elena)

Mientras recogía los trozos de cristal, a Gonzalo le empezó a sonar el móvil. La música no estaba muy alta, por eso escuché cuando sonó.
No llegué a escuchar lo que hablaba, pero intuía que estaba haciéndolo con Manuel. La conversación duró poco, el tiempo que un cliente me pidiera una cerveza y se la sirviera.
Cuando Gonzalo terminó de hablar, me hizo un gesto para que me acercara a él:
-Parece que Manu a presentido que se te ha caído un vaso- me quedé mirándolo con gesto de duda y el chico añadió: - Me ha preguntado si te había pasado algo.
Me encogí de hombros, no sabía que responderle. Saqué del lavavajillas unos vasos y empecé a secarlos. No podía quitarme de la cabeza lo que Gonzalo acababa de decirme varios minutos antes: Que Manuel estaba colado por mí, que yo le gustaba.
En mi cara, apareció una sonrisa.
-¿Y esa sonrisa?- preguntó el chico.
-¿Qué?... Nada, estoy pensando en lo que me dijo una amiga.
-¡Ah!.
-Oye, ¿es verdad eso que estás diciendo?, ¿Lo que Manuel está interesado en mí?
-Claro. Yo no he parado en decirle que te lo dijese, pero nada. No sé ha decidido a hacerlo y cuando lo hace, va y te dice que le gustas a uno de nosotros.
Me reí un poco. Mis mejillas se sonrojaron y recordé lo mal que me sentí en el momento cuando me dijo que yo le gustaba a un amigo suyo.
-La verdad que no sé por qué te mintió, con lo poco que él hace eso, por no decirte que no miente nunca.
No sabía que decirle. Me entraron, de repente, unas ganas locas de decirle que a mí también me volvía loca su amigo. Y es que era así, me pasaba gran parte del día pensando en él.
-Te has quedado muda.
-No me esperaba que me dijeses esto.
-Supongo que a ti no te gusta, ¿no?- preguntó.
Me dio la sensación que aquella pregunta tenía doble sentido.
Me quedé callada durante unos segundos. Una cliente se acercó a la barra y me pidió un refresco de naranja. Se lo serví y volví junto a Gonzalo.
-Te has quedado blanca, ¿te pasa algo?
-No, claro que no me pasa nada.
-¿Entonces?- preguntó arqueando las cejas.
-Pues que a mí también me gusta tu amigo- confesé.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Dieciseis (Manu)

Estaba deseando que llegara el fin de semana. Estaba agobiado con los examenes y necesitaba llegar a mi pueblo para despejarme un poco. Aún estabamos a miercoles y faltaban dos días para regresar a Osuna, mi pueblo. Tenía un examen muy importante el viernes por la mañana, por eso no podía regresar el jueves por la tarde.
Me encontraba en mi piso estudiando. Tenía mi escritorio lleno de apuntes y, los libros, abiertos. El portatil también estaba encendido. Había abierto mi red social para distraerme un rato. Sentía que la cabeza me iba a estallar.
Me acordé que tenía en aquella red social un amigo de Elena. Quizás le podría preguntar algo sobre ella o su nombre completo para poder agregarla. Le envié al chico un mensaje privado y sólo esperaba que me contestara.
Después de aquello, fui a la cocina para beber un poco de agua. Cuando iba a dejar el vaso en el platero, se me escapó de las manos.
Sentí algo.
No sabía muy bien el qué podía ser, pero era algo raro.
De pronto, en mi mente apareció un nombre: Elena.
¿Le habría pasado algo?. No, no creo.
Me dirigí de nuevo a mi habitación y mi compañero de piso se asomó por la puerta de su cuarto:
-He escuchado un ruido, ¿a pasado algo?
-Sólo se ha roto un vaso.
-Vale- dijo y cerró su puerta.
Yo entré en mi habitación y cogí mi móvil. Iba a llamar a Gonzalo. Lo más seguro era que no supiera nada pero quería preguntarle por si acaso.
Cogió la llamada al quinto tono.
-Hola, ¿pasa algo, Manu?
-Hola. No, no pasa nada. Simplemente quería preguntarte algo.
-Dime.
-¿Sabes si a Elena le ha pasado algo?
-No que yo sepa. Estoy en el pub donde ella trabaja y está perfectamente. Simplemente se le ha caido un vaso.
-Me dejas más tranquilo. Es que he tenido un presentimiento y por eso te he llamado.
-Vale.
-Bueno, pues te dejo, que tengo que seguir estudiando.
-De acuerdo. Hasta el viernes.
-Adiós- dije y colgué.
Dejé el móvil en el escritorio y me puse a estudiar.
Me alegraba que a Elena no le hubiese pasado nada. Pero no podía ni imaginarme lo que estaba pasando en ese momento en aquel pub.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Quince (Elena)

No había manera que Cristina me dijese la verdad sobre lo que había hablado con Manuel. Seguía con lo mismo, que sólo le había preguntado por lo sucedido el viernes pasado.
Era miercoles y, como era lógico, me encontraba en mi trabajo. Trabajaba en un pub como camarera y me iba bastante bien, no me quejaba.
Cristina y María habían venido a tomar café al pub. Incluso allí intenté sacarle algo, pero nada:
-No lo intentes más- dijo María.- Es imposible que suelte algo.
-Ya lo sé, pero debía intentarlo- dije mientras ponía hielo en un vaso.
Nuestra amiga estaba en el baño, así que no podía escuchar la conversación entre María y yo. Llegó a los pocos minutos y dijo:
-Me da igual que no te creas lo que te estoy diciendo, pero eso es lo que me dijo.
-Vale, si yo te creo, Cristina, pero es que... no sé, a mí me da la sensación de que te dijo algo más.
-Yo no te voy a decir nada. Si lo quieres saber, habla con él y que te lo diga.
-No pienso decirle nada- dije mientras llenaba un par de vasos de agua.
Me separé de ellas un rato para seguir atendiendo a los clientes. Al poco tiempo, mis dos amigas se fueron, pero antes me dijeron que, a la hora de mi salida, vendrían a por mí.

Faltaba poco menos de una hora para mi salida, cuando llegaron algunos amigos de Manuel. Sólo sabía el nombre de uno de ellos que, casualmente, estaba allí, Gonzalo.
Se acercaron a la barra él y otro chico para pedir. Gonzalo me reconoció de inmediato. Parecía muy simpático. Su otro amigo se marchó, pero él se quedó.
-Hola, soy Gonzalo, el amigo de Manuel. No sé si me reconoceras de verme con él.
-Si, sé quien eres. Yo me llamo Elena- dije con una pequeña sonrisa.
Me fijé en sus ojos. Cristina tenía razón, tenía unos bonitos ojos claros, más de lo que yo pensaba.
-¿Ha hablado Manu ya contigo?
-No, pero ¿quiere hablar conmigo?- dije yo metiendo unos vasos en el lavavajillas.
-Lleva tres o cuatro días quieriendolo hacer.
-No lo sabía, y ¿se puede saber sobre qué es?
-Si, claro.
Me quedé mirandolo.
Lo que me dijo, hizo que se me callera lo que tenía en las manos:
-Manu está colado por ti.

viernes, 5 de agosto de 2011

Catorce (Manu)

Me dirigí hacía mis amigos aúnsin creerme lo que acababa de oir de labios de Cristina. Pero, ¿y si era mentira?. No, no creo que fuera así. Parecía sincera.
-¿Te pasa algo?- oí preguntar a Carlos.
-¿Qué?
-¿Qué si te pasa algo?. Pareces ido.
-No, no me pasa nada. Simplemente estaba pensando.
Vi como, sin articular palabra, se formaba la palabra "Elena" en la boca de Luis.
-Te he visto. No creas que no he visto lo que has dicho.
-Hay que ver como te pones, Manu.- dijo Carlos.
-Estamos bromeando- dijo Luis.
-Dejad que Manuel piense lo que quiera. Y si quiere pensar en esa chica, que lo haga. Yo no veo mal que haga eso. Pensar es algo libre.
-Vale, vale- dijo Luis levantandose del banco-¡Ey, Manu!. Tu chica está allí.
Giré la cabeza y, efectivamente, Elena estaba allí junto a Cristina y otras amigas. Parecían intentar que Cristina hablase, pero la chica no decía nada. Elena levantó la mirada y se cruzó con la mía. Me parecío que esbozó una sonrisa, pero, inmediatamente, volvió a bajar la mirada. Yo, volví la cabeza y Carlos siguió con sus bromas:
-Ya sabemos que, para tu cumpleaños, te tenemos que regalar un babero.
-Vete por ahí- contesté.
Mis amigos empezaron a reírse. Yo también lo hice. La verdad, es que Carlos hizo un buen comentario.

Me marché para casa poco tiempo después de aquello. Llegué a casa y mi madre ya tenía la cena en la mesa. Me senté con mis padres y cenamos. No tardé mucho en irme a dormir. Al día siguiente tenía que coger un tren para ir a la capital y a la universidad.
Una vez en la cama, no podía dejar de pensar en lo sucedido esta tarde, en lo que me dijo Cristina:
-A Elena le gustas.
Esas fueron sus palabras.
Ahora entiendo su mirada triste cuando se cruzaban nuestras miradas o cuando le dije que le gustaba a un amigo mío. Su reacción fue lógica.
Pero me faltaba valor para enfrentarme a ella y decirle la veradad. Aunque debía de hacerlo si no quería perderla.
Debo de reconocer que esto no me lo esperaba, pero me alegraba saber que Elena siente lo mismo que yo siento por ella.

jueves, 14 de julio de 2011

Trece.

-¡Como tarda Cristina!-exclamé.
Mi amiga estaba tardando mucho y eso que sólo había ido a comprar unas chucherías a un kiosko cercano.
Era domingo y había salido con Cristina, Clara y María. La primera llegó unos minutos después de que empezara a quejarme. Mi amiga tenía una amplia sonrisa en sus labios. Empezó a repartir gominolas, pero no hubo manera de que soltara prenda en toda la tarde.
Insistí mucho, pero nada. E incluso el rato que estubo en la puerta de mi casa, insistí de nuevo, pero no había manera de que dijera algo. Cristina era bastante cabezota y, cuando se encerraba en algo, no había manera de sacarla de ahí.
-Por favor, dime algo- le supliqué oir enésima vez.
-Te voy a dar una sola pista.
-Val, dispara.
-He hablado con Manuel.
-¿Qué has hecho qué?- grité algo sorprendida.
-Lo que has oído. Ahora, me voy.
-No, ahora no me vas a dejar con la intriga. ¿Sobre que habeís hablado?
-Sólo me ha preguntado como te encuentras. Parecía interesado en tu estado- noté que mi amiga mentía.
-¿Sólo de eso?. Te conozco perfectamente para saber que me estás mintiendo.
-No te estoy mintiendo, Elena- dijo y miró para otro lado.
No quise presionarla más. Ya la pillaría desprevenida y me lo diría. Fuera como fuera.
No podía ni imaginar lo que podría haber hablado con Manuel. NO tenía ni la más leve idea.
Cristina se marchó al poco tiempo. Se despidió y me dijo que ya nos veriamos. Yo entré en casa, saludé a mis padres y a mi hermana mayor. Me senté a cenar y, al poco tiempo, me fui a dormir. Pero antes, escribí en mi diario. Tenía que apuntar que lo había visto y que Cristina había hablado con él. Me gustaba apuntarlo todo. Era así desde que tenía catorce años y, a mis veintiuno, aún seguía con esa costumbre. Y no creo que la perdiese... de momento.

miércoles, 29 de junio de 2011

Doce (Manu)

El sábado pasó y llegó el domingo. Salí a dar una vuelta con algunos amigos. Le había contado a Gonzalo lo sucedido con Elena.
-Pues menos mal que estudias medicina, que si estudiases Ingeniría como yo, no sé lo que hubieres hecho.
-Ya se vería, pero que una bajada de azúcar o de tensión es facil de ver.
Gonzalo se encogió de hombros y entramos en un kiosko a comprar algunas gominolas. Allí vi a Cristina, pero no a Elena. Me pareció extraño. De todas maneras la saludé y, cuando se iba, la detuve:
-Oye Cristina, ¿puedo hablar contigo un momento?
-Si, claro. Te espero en la puerta.
Asenti y, cuando salí, fui a su encuentro, pero antes le dije a Gonzalo que ahora me reuniría con ellos. Se marchó y yo empezé a hablar con la amiga de Elena.
-¿Qué tal Elena?- le pregunté.
-Bien, está allí con otras amigas- dijo señalando hacía la plaza que estaba cercana al kiosko.
-Me alegro- contesté y Cristina se quedó mirandome.
-¿Por qué no le dices que te gusta?- dijo sin tapujos.
-¿Cómo?- pregunté bastante sorprendido.
-Se te nota desde lejos que estás colgado por ella y no me digas que no es así.
La miré durante unos segundos antes de decirle la verdad.
-Si, llevas razón. Me gusta tu amiga desde hace tiempo, pero no le quiero decir nada porque estoy seguro de que no le gusto.
Cristina empezó a reirse. Yo la miraba algo extrañado.
-Perdona..., pero me ha echo gracia lo que has dicho sobre que no le gustas a ella.
-¿A qué te refieres con eso?
-A ver, si te gusta, ¿por qué le dijiste que le gustaba a un amigo tuyo?
-No sé, me dio miedo a que me rechazara.
-Mira, no te conozco mucho y perdona que te diga esto, pero eso de es de cobardes. Le deberías a ver dicho que te gusta.
-Ya, me han dicho lo mismo mis amigos. Perdona, pero ¿me puedes explicar por qué te has reido?- le pregunté.
-A Elena le gustas.

jueves, 23 de junio de 2011

Once (Manu)

¿A qué se podía referir la amiga de Elena cuando dijo que no creía que los colores de su cara fueran porque se estaba recuperando?. Miré a ambas amigas. Elena mantenía la mirada fija en el suelo y su amiga, la miraba. Luego, fijó su mirada en mí:
-Perdona, pero con el ajetreo de Elena no me he presentado. Soy Cristina.- dijo la chica. Tenía el pelo castaño y un poco rizado. Sus ojos eran claros, como verdosos. Y era un poco más alta que Elena, pero sólo unos centrimetros.
-Yo soy Manuel, aunque ya veo que me conoces- dije sonriendo.
-Elena me contó lo que le dijiste- contestó ella y miró a su amiga, quien la miraba con el entrecejo fruncido.
Está se levantó deprisa y se tambaleó un poco al hacerlo. Cristina la agarró antes de que yo tubiese tiempo a reaccionar.
-¡Estoy bien!- exclamó- Creo que deberíamos irnos ya, se está haciendo tarde.
-¿Tarde?. Si apenas son las nueve...
-No quiero llegar tarde hoy a casa- le dijo.
La noté algo enfadada.
Yo también me levanté, pasé por el lado izquierdo de Elena y me despedó de ambas chicas.
-Yo me marcho para mi casa. Hasta pronto- dije.
Di dos pasos y me volví.
-Elena, tomate algo más con azúcar cuando llegues a tu casa, ¿vale?- le aconsejé.
-Si. Muchas gracias por todo- contestó ella con una sonrisa.
-Adiós- fue lo único que salió de mi boca.
-Adiós- respondieron las dos chicas.
Hice un gesto con la mano a modo de despedida y me fui. Hoy, después de seis años que me llevaba gustando esa chica, había estado un rato con ella y había tocado su piel.
La verdad, es que no me esperaba hacerlo de aquella manera. Siempre que lo había pensado, era algo como cogerle de la mano o algo parecido. Pero nunca había imaginado que la tuviera desmayada entre mis brazos.
Era un poco anticuado en esas cosas, eso siempre me lo decían mis amigos.
Anticuado y un sentimental de cuidado.
Llegué a casa, solté el malentín con el ordenador portatil y me fui a cenar.

Diez (Elena)

Era viernes y, aunque sabía que ya no tenía esperanzas con él, deseaba verlo. Estaba con Cristina dando una vuelta. Pasamos por una calle cercana a la biblioteca. Si tenía suerte, podía verlo. Y debería de ser mi día de suerte, porque Manuel pasó por nuestro lado y nos saludó. Me entró una alegría inmensa, pero me duró poco. De repente, empecé a sentirme mal. Sentía que mi cabeza daba vueltas y que mi cuerpo no se sostenía en pie. Noté que los brazos de Cristina me cogían. Escuché su voz y luego otra, que no sabía, en un primer momento, de quien podía ser. También noté que otros brazos me cogían por la cintura. Ese olor me era familiar, pero ¿de qué?. Lo siguiente que recuerdo es estar sentada sobre un banco de piedra.
-Cris, ¿dónde estás?.
-Ahora viene- Esa voz de chico me era familiar.
-¿Manu?- pregunté sorprendida y extrañada.
-Si, soy yo.- respondió.
Mis ojos se abrieron de par en par y me quedé mirandolo. Éste me miraba también. Iba a preguntarle que hacía allí, cuando Cristina llegó al trote.
-¡Ay, amiga!. Como me alegro que estes mejor.-dijo.
Me di cuenta de que llevaba algo en las manos.
-Dale lo que le hayas comprado- dijo Manuel sin apartar la mirada de mí.
Mi amiga me entregó una chocolatina. La abrí y le di un pequeño mordisco. Aún no entendía qué hacía allí Manuel. Mi amiga pareció que me leyó el pensamiento, porque dijo:
-Si no hubiese estado Manuel por allí, no sé que habría hecho contigo.
-Simplemente estaba en el lugar preciso y en momento justo.
-A sido muy amable cogiendote, porque yo no podía- dijo Cristina guiñandome un ojo.
Entonces, esos brazos eran de Manuel. Suspiré y me di cuenta que mi cara adquiría un color rojo intenso.
-Parece que se está recuperando, ¿estás mejor?- preguntó Manuel.
-Si, estoy mejor, gracias.
-No creo que los colores sean por eso- dijo en tono irónico mi amiga.
Le pisé el pie, pero ella no hizo gesto de dolor.
No podía creer que Manuel me hubiese cogido. Me fijé en ese momento que me miraba de forma diferente, o eso me parecía a mí.
Una llama de esperanza se volvía a encender dentro de mí.

miércoles, 22 de junio de 2011

Nueve (Manu)

Abril llegó y con él, la Semana Santa. Vi a Elena casi todos los días y, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, notaba la suya algo triste. En esos momentos, no podía imaginarme el por qué.
Los días pasaron, y me encontraba, como un viernes cualquiera, estudiando en la biblioteca. Estaba solo, así que bajé un rato al patio para despejarme un poco. Subí de nuevo unos escasos minutos después, recogí todo y me fui para mi casa. De repente, me habían entrado ganas de irme.
Iba tranquilament por una calle cercana a casa, cuando la vi. Estaba acompañada de una amiga. Pasé por delante de ellas y las saludé. No había dado ni cuatro pasos por delante de las chicas, cuando la voz de la amiga de Elena, sonó alarmada:
-¡Elena!, ¿qué te pasa?.
Me giré de inmediato y vi que su amiga la tenía cogida como podía. La cara de Elena estaba pálida, blanca como la nieve.
Me acerqué rápidamente a ellas y ayudé a su amiga.
-Tranquila, no es nada. Es una simple bajada de azúcar- dije.
La chica me miró extrañada, como si no entendiera nada.
-Estudio medicina. Sé de esto algo- aclaré sonriendo.
-Algo había oído- contestó y su mirada se posó en Elena.
Le pasé un brazo por la cintura y su amiga le puso uno de sus brazos por mi cuello. Andamos unos cincuenta metros hasta llegar a una plaza cerca de mi casa, donde senté a Elena en un asiento de piedra.
-¿Llevas algo encima con azúcar?- pregunté.
-No, nada, pero ahí hay una tienda. Voy y le compro algo- dijo y salió disparada hacia allí.
-Cris, ¿dónde estas?- preguntó Elena aún aturdida.
-Ahora viene- contesté.
-¿Manu?- preguntó ella entre sorprendida y extrañada.
-Si, soy yo. Contesté.
Todavía no me explico todo lo que encadenó aquello.

lunes, 13 de junio de 2011

Ocho (Elena)

Como cada viernes, mi amiga Cristina y yo, salimos a dar una vuelta. Fuimos a cenar y luego, fuimos a comprar algunas gominolas en nuestro kiosko habitual. Me apetecía comer algo dulce después de cenar.
Cuando nosotras entrabamos, me tropecé con Manuel y algunos amigos de él. El corazón me dio un vuelco. Sonrió al verme y me saludó:
-¡Hola!
-Hola- le dije yo. Tenía que estar temblando, porque sentí la mano de Cristina sobre mi hombro.
Intenté sonreirle, pero no creo que me saliese una sonrisa en condiciones. Manuel se marchó y Cristina compró las chucherías por mí, dado que yo no atinaba a pedir nada. Al salir de allí, nos sentamos en la plaza para comernoslas. Yo no me di cuenta de nada hasta que mi amiga me dijo:
-Hoy debe de ser tu día de suerte. Mira quien está sentado en aquel banco.
Miré hacía donde decía mi amiga y vi que allí estaba Manuel. El corazón me volvió a dar un vuelco. Respiré hondo mientras mi amiga me volvía hablar:
-Elena, me pregunto a cual amigo de tu querido Manu le gustas.
-Eso mismo digo yo.
-Hombre, si te digo mi verdad, si yo fuera tú, me quedaría con aquel amigo suyo que acaba de llegar. El de los ojos claros y que es mas harto que él.
Miré disimuladamente y vi que había llegado su amigo Gonzalo, de quien sabia que era como un hermano para el chico que me gustaba. La verdad, es que no era para nada feo. Tenía unos bonitos ojos azulados, media alrededor del metro noventa, estaba bastante bien y tenía el pelo marrón muy oscuro. Pero yo sólo tenía ojos para un único chico.
Manu.
Pensaba en él casi todo el día, no podía dejar de mirarlo cada vez que lo veía...
Definitivamente, me estaba volviendo loca.

miércoles, 8 de junio de 2011

Siete (Elena)

-¡No me lo puedo creer!.¿Cómo es que te dijo que le gustabas a un amigo suyo?- exclamó Cristina cuando le conté lo sucedido.
-Pues lo que te acabo de contar, Cristina.
-Mira, no es por nada, pero a mí me parece que tú le gustas a él. Lo que pasa es que lo dará vergüenza decirtelo.
-¡Venga ya!. Eso si que me lo creo.
-Tiempo al tiempo, Elena.
Me quedé mirando a mi amiga. Que yo le gustara a ese chico, era imposible. Debía de admitir que,cada vez que lo veía, me quedaba mirandolo. En algunas ocasiones, lo había pillado mirandome. Pero eso no quería decir nada.
Suspiré y me tiré sobre mi cama. Cristina volvió a hablar.
-Venga, Elena, no te desanimes. Ya sabes lo que se dice: la esperanza es lo último que se pierde.
-Ya no sé lo que pensar, amiga.
-Te lo he dicho antes, tiempo al tiempo.
Sonreí, no sabía que decirle.

Después de un rato, mi amiga se marchó a su casa. Ya quedaríamos al día siguiente para dar una vuelta.

Un poco después de cenar, me acosté. Aunque no me quedé dormida hasta un rato más tarde.
Me quedé pensando en todo lo sucedido esta tarde. Ni siquiera me había desprendido de aquella nota que me había dado Manuel, y no creía que lo fuera hacer. Era lo único que tenía de él: una hoja con unas cuantas palabras.
Suspiré con aquella hoja en mi mano derecha.
Cuando me quise dar cuenta, tenía las lágrimas saltadas. No sabía muy bien por qué lloraba. No tenía ningun motivo para hacerlo. Me sequé las lágrimas, mientras pensaba en él.
Manu.
¿Cómo podía pensar que yo le gustaba?.¿Y si tenía novia?. Nunca lo había visto con ninguna chica, pero eso no quería decir nada. Él estudiaba en Sevilla y yo vivía todo el año en Osuna, así que, lo que él hacía en la capital, no lo sabía.
Volví a suspirar y dejé la nota dentro de uno de los cajones de la mesita de noche. Luego me volví hacía la izquierda, cerré los ojos y me quedé dormida.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Seis (Manu)

Mientras veía que Elena se alejaba, me quedé pensando. No sabía como pude ser tan cobarde y no decirle lo mucho que me gustaba. Respiré hondo, me levanté y volví a la biblioteca. Cuando entré en ella y volví a mi mesa, me percaté que Luis no estaba allí.
-¿Y Luis?- le pregunté a Carlos.
-En el lavabo- contestó mi amigo.-¿Y tú dónde estabas?.
-Con Elena.
-¿Elena?,¿Aquella chica de antes?- preguntó y yo asentí.
Me senté en mi sitio anterior y volví a centrarme en mis estudios, aunque eso sólo duró unos instantes, ya que Carlos se encargó de contarle a Luis todo lo que acababa de hacer en cuanto éste llegó.
-¿Le has dicho que te gusta?- me preguntó Luis.
-No. No sé por qué le he dicho que le gustaba a un amigo mío.
-¿Y que te ha dicho ella?- preguntó Carlos.
-Cuando le dije eso, ella se sentó en el banco, como un poco decepcionada. Luego me dijo que a ella le gustaba otro chico.
-¡No me seas idiota, Manuel!. Le tenías que haber dicho que ese chico eras tú. Con lo poco que tú mientes, no sé por qué lo has hecho.- dijo Luis.
Me encongí de hombros. La verdad es que Luis tenía razón. Debería de haberle dicho que ese chico era yo. Ahora sentía algo dentro de mí que me pesaba. Al menos, podría saludarla por la calle cuando la viera.
Seguí en la biblioteca hasta que cerró. Al salir, me despedí de mis amigos y me dirigí a mi casa con la cabeza en otra parte. Seguía pensando en lo que había hecho. Me parecía imposible haberle mentido.
¿Qué le gustaba a un amigo mío?. Idiota, mira que eres idiota, Manuel. Con ese pensamiento llegué a mi casa. Cuando entré, mis padres no estaban allí. Habían dejado una nota en la que decían que estaban fuera y que tenía algo de comiga en el microondas.
Me senté en el sofá y puse la televisión en busca de algo que me entretuviera, pero en mi mente sólo aparecía ella.
Elena.
Elena y su cara de decepción al decirle que le gustaba a un amigo mío.
A lo mejor esperaba que le hubiese dicho otra cosa.

lunes, 23 de mayo de 2011

Cinco (Manu).

La vi hablando por teléfono cuando llegué al patio de la biblioteca. Llevaba el pelo por los hombros, era castaño y ondulado. Tenía los ojos color avellana y era un poco más baja que yo. No era de esas chicas que eran de compleción muy delgada. Aún me acuerdo lo que me atrajo de ella, sus ojos. Por eso, cada vez que la veo, me quedo mirandola. No puedo evitarlo.
Descubrí su nombre por casualidad. Ella iba con una amiga y yo, con mi madre, cuando su amiga le dijo:
-Elena, me he enterado que Carmen se ha enfadado porque...
Elena, así se llamaba. Me gustaba ese nombre. De eso había pasado ya un tiempo...
En cuanto me vio, colgó y guardó su móvil. Parecía algo nerviosa. Yo también lo estaba un poco. Cuando se acercó a mí, la saludé:
-HOla.
-HOla- dijo ella timidamente.
-Esto... te preguntaras por qué te he citado aquí, ¿no?.
Elena asintió y yo la miré antes de contestar:
-Verás, es que... Bueno, llevo un tiempo queriendote decir que le gustas a un amigo mío. Él no ha querido decirte nada por vergüenza- No sé por qué me salió decirle aquello.
Elena se sentó en el banco que había allí y yo me senté a su lado. Me preocupó su reacción, pues cuando le dije aquello, puso muy mala cara. Por eso le pregunté:
-¿Te pasa algo?
-No, sólo que no me esperaba esto.-contestó.
No le contesté, pues no sabía que decirle. Me limité a mirarla.
Seguía notandola nerviosa y no sé por qué razón, algo defraudada. ¿Esperaba que le hubiese dicho otra cosa?. No, no creo.
La escuché respirar hondo y volvió a hablar:
-La verdad es que a mí me gusta otro chico, pero no es ninguno de tus amigos. Espero que esto no le moleste a ese chico, pero es la verdad.
-No te preocupes. Si esto él sabía que podía llegar a suceder. Ya le dije que te lo dijese él, pero no ha querido...
Sonrió y no pude seguir hablando.
-Bueno, tengo que marcharme- dijo.
-Yo también- contesté.
-Pues, adiós.
-Adiós- dije.
Se levantó y yo me quedé allí, sólo y pensando en lo que había hecho.

jueves, 28 de abril de 2011

Cuatro.(Manu)

Había quedado con Luis y Carlos a las cinco y cuarto en la puerta de la biblioteca para estudiar. Me despedí de mis padres y salí de casa rumbo a la biblioteca. No tardé mucho en llegar, pues vivía cerca de ésta. Me encontré con mis amigos en la puerta, los saludé y subimos a la biblioteca.

Iba algo distraido, pues estaba pensando en ella. Hoy era jueves y, si tenía suerte, podría verla. Entramos en la biblioteca y la vi. Me di cuenta que, en cuanto nos vio, se giró hacía la estantería. Después, me senté en una mesa junto a Luis y Carlos, saqué mi ordenador portatil y lo encendí. Luego saqué los libros.

Levanté un segundo la cabeza y que ella se sentaba en una de las mesas que había en la entrada. Cogí una libreta y escribí una nota en una de sus hojas. Debía de decirle que me gustaba. Ya era hora. Aunque debía de admitir que sentía miedo por ser rechazado. ¿Y si yo no le gustaba?. Bueno, me voy a arriesgar y que sea lo que Dios quiera. Me levanté de la mesa y me dirigí hacía ella. La encontré leyendo un libro. Le toqué el hombro y se volvió. Me miró algo sorprendida. Le entregué la nota, le dije que hasta luego y volví a mi mesa. Cuando lo hice, Luis me preguntó:

-¿A dónde has ido?

-Tenía que hacer una cosa.

-Te hemos visto hablar con esa chica.

-Pues si, no creo que sea nada malo, ¿no?

-Claro que no.

-Pero si tanto te gusta, no sé por qué no se lo dices- dijo Carlos.
-¿Y si me dice que yo no le gusto?
-Es un riesgo que tienes que correr, Manu.
Suspiré.
Mis amigos llevaban razón, además, ya todo estaba hechado a cara o cruz.
Volví a levantar la mirada y vi que la chica se levantaba. Bajé la mirada y cuando volví a levantarla, ya no estaba. Miré la hora, aún faltaban veinte minutos para la hora que le había dicho. Sentí un cosquilleo por mi estomago. Debían ser los nervios, algo raro en mí, pues apenas me ponía nervioso.
Me levanté de mi silla, les dije a mis amigos que subía en un momento y salí de la biblioteca.

miércoles, 27 de abril de 2011

Tres (Elena)

Me iba repitiendo para mí misma que estuviese tranquila, que no era nada. Sólo fueron diez pasos, pero a mí me parecieron eternos.
Cuando llegué a su lado, me saludó:
-Hola.
-Hola- dije tímidamente.
-Esto... Te preguntaras por qué te he citado aquí, ¿no?- preguntó y yo asentí.
Me miró un segundo antes de contestar:
-Verás, es que... bueno, llevo un tiempo queriendote decir que le gustas a un amigo mío. Él no ha querido decirte nada por vergüenza.
Sentí que el alma se me cayó al suelo. Tenía las esperanzas que yo le gustase a él, pero no fue así. Me dejé caer en un banco y Manuel se sentó también a mi lado.
-¿Te pasa alg?
-No, no. Sólo que no me esperaba esto- dije y me di cuenta que n había tartamudeado al hablar.
El chico no habló, simplemente me miraba. Yo quería que la tierra se abriese y me tragara. Respiré hondo, de nuevo, y olí su olor.
Olía tan bien... y era tan guapo.
Tenía unos bonitos ojos marrones, era más alto que yo, su pelo era del color del chocolate con leche... Siempre había soñado en salir con él, pero esas esperanzas se desvanecieron en aquel preciso instante. Sus amigos no eran feos, pero yo lo prefería a él. Si ya se lo decía a mi amiga Cristina: hay gente que nace con estrella y otras, estrelladas. De este último grupo era yo. Nunca tenía suerte con nada y eso era verdad.
Volví a respirar hondo y le dije:
-La verdad es que a mí me gusta un chico, pero no es ninguno de tus amigos. Espero que esto no le moleste a ese amigo tuyo, pero es la verdad.
-No te preocupes. Si esto él sabía que podía llegar a suceder. Ya le dije que te lo dijese él, pero no ha querido...
Sonreí, pues no sabía que decirle.
-Bueno, tengo que marcharme- dije.
-Yo también.
-Pues adiós.
-Adiós- dijo.
Me levanté y me fui, dejandolo allí sentado.

Dos (Elena)

Aún me acuerdo del día en que me fijé en él. Fue a mediados de marzo, de hace unos ocho o nueve años. Yo estaba en la puerta de la casa de una amiga, cuando él pasó acompañado de unos amigos. No sabía como se llamaba, lo supe al día siguiente en el instituto. Me lo dijeron unas amigas, que por lo visto, lo conocían, después de contarles que lo había visto.
-Pues ese chico se llama Manuel. Así que ya sabes como se llama, Elena.
No supe que decir, sólo sonreí...
Volviendo al presente, me quedé pasmada cuando leí la nota. Era simple, pero aún así, me quedé sorprendida:
"Me gustaría hablar contigo. Te espero a las seis y media en el patio de la biblioteca. Espero no molestarte con esto. Manu"
¡Manu!
La nota era de él, del chico que me gustaba. No me lo podía creer. En un primer momento, creí que alguien le había dado esa nota para que la diese y ahora, resulta que era suya.
Miré la hora en el móvil y vi que eran las seis y diez. Volví a mirar a Manuel y seguía estudiando. Me levanté con cuidado y sin hacer ruido. Salí de la biblioteca saludando a Leticia y mirando a Manuel, que seguía en su ordenador. Bajé las escaleras deprisa y llegué al patio. Saqué mi móvil y busqué el número de mi amiga Cristina.
-Hola, ¿qué pasa?- preguntó.
-No, no pasa nada. Simplemente que Manuel, el chico que tanto me gusta, me ha citado.
-¿Cómo?
-Como escuchas. Me ha dado una nota, diciendo que quiere hablar conmigo. ¡Me va a dar algo!- dije poniendome nerviosa.
Cristina rió.
-Tú tranquila. Respira hondo, no te pongas a tartamudear y portate en condiciones, es decir, no vayas a decir nada incoherente delante de él.
-Si, si, si lo sé. Siento que me va a dar algo.-dije y miré hacía la escaleras. Vi una persona bajando e intuí que era él- Amiga, viene ahí- añadí poniendome histerica y apretando el libro que llevaba en la mano.
-Pues venga, adelante. Tranquila. Cuelga y respira hondo. Luego me cuentas. Besos.
-Besos- dije, colgué y respiré hondo.
Vi como Manuel me hacía un gesto para que me acercase. Lo hice con una lentitud increible.

lunes, 25 de abril de 2011

Uno (Elena)

Estaba en la biblioteca buscando un libro, cuando de repente, lo vi entrar. Iba acompañado de sus amigos. Al principio, me pareció extraño verlo, pero pronto caí en la cuenta de que hoy era jueves.
Me giré rápidamente hacía la estantería, en busca de una novela para llevarme a casa. En parte, también lo hice porque no quería que me viese, ya que me ponía de un rojo intenso. Aunque ya sólo me pasaba a veces.
Cuando elegí el libro, me dirigí hacía la mesa de la bibliotecaria. Me conocía lo suficiente bien, como para decirme qué me pasaba.
-Nada, sólo que de repente de ha entrado algo de calor- contesté. No me gustaba mentir, pero tuve que hacerlo.
Leticia me miró como si no se lo creyese. Cogí mi libro y me senté en una mesa para leer un poco. Suspiré mientras abría la novela y me puse al leer.
Poco minutos después, alguien me tocó el hombro. En un primer momento, creí que era Leticia, pero, al levantar la mirada, vi que no era ella, si no él. Me entregó una nota, a la vez que notaba que mi cara adquiria de nuevo el color rojo intenso de antes.
Vi que sonreía y, después de decir un hasta luego, se fue. Me quedé mirando aquella nota, fijamente e indecisa. ¿La abría o no?, ¿qué podría poner?. Lo miré, tímidamente, por encima de la lámpara de estudio que había delante mía y vi que estaba enfrascado estudiando con su ordenador portatil. Hablaba con sus amigos y también sonreía. Volví a mirar la nota. Estaba escrita en una hoja cuadriculada, doblada en cuatro, con lo que, no se podía ver lo que ponía en su interior.
Suspiré de nuevo y cogí la nota con más ganas. Tenía que abrirla.
No creo que sea nada malo, pensé mientras la abría.
Me sorprendió mucho lo que decía aquella nota.