miércoles, 22 de junio de 2011

Nueve (Manu)

Abril llegó y con él, la Semana Santa. Vi a Elena casi todos los días y, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, notaba la suya algo triste. En esos momentos, no podía imaginarme el por qué.
Los días pasaron, y me encontraba, como un viernes cualquiera, estudiando en la biblioteca. Estaba solo, así que bajé un rato al patio para despejarme un poco. Subí de nuevo unos escasos minutos después, recogí todo y me fui para mi casa. De repente, me habían entrado ganas de irme.
Iba tranquilament por una calle cercana a casa, cuando la vi. Estaba acompañada de una amiga. Pasé por delante de ellas y las saludé. No había dado ni cuatro pasos por delante de las chicas, cuando la voz de la amiga de Elena, sonó alarmada:
-¡Elena!, ¿qué te pasa?.
Me giré de inmediato y vi que su amiga la tenía cogida como podía. La cara de Elena estaba pálida, blanca como la nieve.
Me acerqué rápidamente a ellas y ayudé a su amiga.
-Tranquila, no es nada. Es una simple bajada de azúcar- dije.
La chica me miró extrañada, como si no entendiera nada.
-Estudio medicina. Sé de esto algo- aclaré sonriendo.
-Algo había oído- contestó y su mirada se posó en Elena.
Le pasé un brazo por la cintura y su amiga le puso uno de sus brazos por mi cuello. Andamos unos cincuenta metros hasta llegar a una plaza cerca de mi casa, donde senté a Elena en un asiento de piedra.
-¿Llevas algo encima con azúcar?- pregunté.
-No, nada, pero ahí hay una tienda. Voy y le compro algo- dijo y salió disparada hacia allí.
-Cris, ¿dónde estas?- preguntó Elena aún aturdida.
-Ahora viene- contesté.
-¿Manu?- preguntó ella entre sorprendida y extrañada.
-Si, soy yo. Contesté.
Todavía no me explico todo lo que encadenó aquello.

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