miércoles, 21 de diciembre de 2011

Veintisiete (Manu)

Hoy iba a ser el día.
Ya estaba decidido. Lo iba a hacer hoy, fuera como fuera. Sabía que, hoy sábado, estaría en el pub donde trabajaba y Gonzalo había sugerido ir allí a tomar algo.
-Yo no sé lo que os ha dado por ese sitio- dijo Luis.
-Yo tengo la respuesta: Elena- dijo Carlos dándome una palmada en el hombro.
A veces se pasaban...
Llegamos al pub e, inmediatamente, la vi.
-¡Elena!
-¡Manu!- exclamó. Parecía contenta por verme.
Me acerqué a la barra y nos saludamos con dos besos en la mejilla. Luego, volvió a ponerse detrás de la barra y nos preguntó qué queríamos tomar. En ese momento, Gonzalo se acercó y le dijo, bromeando, a Elena:
-¡Ey, Elena!. No acapares a Manu para ti sola. Además, tú estas trabajando.
Nos reímos y después, dije:
-Sólo me estaba preguntando qué queríamos tomar.
-Ya, bueno, pues yo quiero un refresco de cola.
-Que sean cuatro más- dije.
-De acuerdo, marchando cinco refrescos de cola- contestó Elena.
Se marchó y, en poco más de un minuto, ya teníamos las bebidas servidas. Gonzalo se encargó de llevárselas a nuestros amigos. Antes de marcharse por segunda vez, dijo:
-Aquí te lo dejo, acaparadora de amigos.
Elena rió y luego, me preguntó que si yo no me iba con mis amigos. Le contesté que ahora iba, pero antes quería decirle algo. Le pregunté que a qué hora salía y ella me contestó, que en un par de horas. Quedé en recogerla en cuanto saliera y Elena aceptó. Lo que quería decirle, no me gustaría decirlo en aquel lugar.
Después de eso, me fui con mis amigos:
-¿Ya te has lanzado, don Juan?- dijo Luis.
-No.
-¿Y por qué?- preguntó Carlos.
-Dejarlo, que lo haga cuando él lo vea oportuno. Además, ¿qué mas os da que lo haga o no?- dijo Gonzalo.
-Simple curiosidad.
-Pues la curiosidad mató al gato- dije.
-Pues como no te des prisa, te van a quitar a la chica.- contestó Carlos.
Puse los ojos en blanco. A veces, me desesperaban, de verdad que si.
Estuve un rato mirando a Elena mientras trabajaba, por lo menos hasta que a Luis se le ocurrió decir:
-¿Nos vamos?
Todos asintieron y yo me acerqué a la barra para decirle a la chica que la esperaba a las ocho en la puerta del pub.
De hoy no pasaba que le dijese la verdad.

Veintiséis (Elena)

La semana había pasado volando y, de nuevo, era sábado. No había visto en estos días a Manuel. Como cualquier sábado, yo estaba trabajando en el pub, para no variar.
El martes había visto a Gonzalo por la tarde. Yo salía de una tienda con mi madre y él, entraba en la misma, con la suya. Me saludó y me dirigió una sonrisa. Yo le contesté de la misma forma.
Suspiré y seguí reponiendo el estante donde estaban colocados los batidos. Al terminar, me puse a ayudar a Jaime con los clientes. No habían pasado ni dos minutos de esto, cuando, de repente, lo vi entrar. Me vio enseguida.
-¡Elena!
-¡Manu!.
Se acercó a la barra. Salí de ella y nos saludamos con dos besos en la mejilla. Aquello provocó que me sonrojara un poco. Volví a entrar por detrás de la barra. Sentía que el corazón se me salía del pecho.
-¿Qué queréis tomar?- le pregunté.
Él sonreía. Yo miré a sus amigos y Gonzalo se acercó a nosotros.
-¡Ey, Elena!. No acapares a Manu para ti sola. Además, tú estas trabajando- bromeó.
Todos reímos y luego, Manuel habló:
-Sólo me estaba preguntando qué queríamos tomar.
-Ya, bueno, pues yo quiero un refresco de cola.
-Que sean cuatro más- dijo Manuel.
-De acuerdo, marchando cinco refrescos de cola- dije y fui por los refrescos y los vasos.
Regresé a los pocos segundos y les serví. Gonzalo se llevó dos y, luego, regresó a por los otros dos, pero antes de irse por segunda vez, dijo:
-Aquí te lo dejo, acaparadora de amigos.
Me tuve que reír. Gonzalo parecía un chico bastante bromista.
-¿Tú no te vas con tus amigos?- le pregunté a Manuel.
En ese momento, apenas había clientes, así que podía hablar un ratito con él.
-Ahora voy.
-Vale- dije y se me escapó una sonrisa tonta.
-Quería decirte algo.
-Dime-
-¿Te queda mucho para salir?
-Un par de horas, ¿por?
-Porque, quiero decirte algo y no me gustaría hacerlo aquí.
-Vale.
Sonrió y dijo:
-Te espero a las ocho en la puerta, ¿te viene bien?
Asentí.
Presentí que algo bueno iba a suceder.

Veinticinco (Elena)

Domingo, 24 de Mayo.
¡Esto si que no me lo puedo creer!. Hoy he estado hablando más de una hora con Manu (me ha dicho que lo llame así, porque todos sus amigos lo llaman de esa manera). Estoy en una nube. Todo esto me parecía un sueño. Estoy muy contenta. ¡Ay!. Debo de confesar que esto no me lo esperaba. Nunca imaginé poder hablar con él. Pero me alegro y mucho.
Ya tenemos cierta confianza. O por lo menos eso me parece a mí.
Cris me ha dicho, mientras veníamos para casa, que le mola hablar con Gonzalo. Al final, estos dos tienen algo.
Estaría bien eso de salir los cuatro, ¿no?
Bueno, creo que me estoy pasando un poco, ¿verdad?. Pero es que estoy muy contenta con todo lo que está pasando. Aunque la verdad, es que nunca me lo hubiese imaginado, bueno, tal vez si...
Me voy a ir yendo, otro día contaré un poco más. Hasta la próxima...

Cerré el diario y lo guardé en su sitio. Luego, fui al baño y regresé a mi habitación. Me puse el pijama, cogí mi ordenador portátil y me conecté al chat. Vi a Cristina conectada. No tardó ni un segundo en hablarme:
-Hola... ¿a qué no sabes con quién estoy hablando?
-Hola, y yo que sé. A ver, dime, ¿con quién estás hablando?
-¡Con Gonzalo!
Me reí. Al final iba a tener yo razón cuando le dije que ella iba a tener algo con Gonzalo.
-¿Y eso?- le puse.
-Pues nada, que cuando fuimos a por las chuches, me preguntó que si le pasaba mi dirección de correo electrónico y lo hice.
-¡Ah!. Ya te lo dije antes, tú acabas con él.
-Si, ya, claro. Y tú, con Manuel.
-Ya se verá- escribí y noté como mis mejillas se encendían.
-Desde luego. Pero, como yo te dije, tiempo al tiempo. Cuando estés con él, verás como me darás la razón.
-Vale, como tú quieras.
-Que si, que si.
-Que vale. Bueno, me marcho a dormir, que ya es tarde. Que disfrutes hablando con Gonzalo.
-Ja, ja, ja. ¡Que graciosa eres!. Vale, ya nos vemos mañana, besos.
-Besos-
escribí y me desconecté.
Solté el ordenador encima del escritorio y me metí en la cama.
Había veces que Cristina me sorprendía con lo que decía.

Veinticuatro(Manu):

-Tío, no me puedo creer que, por fin, hayas hablado con Elena. Su amiga tenia razón cuando me dijo que os dejásemos solos- dijo Gonzalo llegando a la puerta de mi casa.
-¿Cuándo sucedió eso?- le pregunté extrañado.
Mi amigo rió y dijo:
-Ya veo que estabas en Babia. Pues eso sucedió cuando estábamos en la Plaza mayor, pero claro, Elena y tú estabais en una conversación tan interesante, que no os dabais cuenta de nada.
Ahora que me acordaba, era verdad. Estaba tan absorto en mi conversación con Elena que ni me daba cuenta de la que tenían Gonzalo y Cristina.
-Bueno, Manu, me marcho para casa. Ya nos vemos el próximo fin de semana- dijo mi amigo.
-De acuerdo. Adiós, Gonzalo- me despedí.
-¡Adiós!- se despidió y se marchó.
Yo entré en casa. Mi madre me dijo que tenía la cena en el microondas, así que cené solo en la cocina. Sobre las once y media, me fui a dormir.
Estando acostado en la cama, recordé la conversación con Elena. Había descubierto muchas cosas sobre ella. Me di cuenta que, ambos teníamos muchas cosas en común.
No la noté muy tímida, como me dijo su amiga. Bueno, al principio, quizás un poco, pero luego, no tanto.
Gonzalo y Cristina tardaron cerca de media hora para comprar las gominolas.
-Había mucha gente- dijo la chica cuando llegaron.
No creo que fuese verdad, pero bueno...
La verdad, es que aquella conversación no estuvo tan mal como creía. Por lo menos, nos habíamos reído. Hubo un momento en el que estuve a punto de decirle la verdad, pero me eché para atrás.
¿Y si con lo bien que iba todo, lo estropeaba?. Ya sabía que le gustaba a Elena, pero prefería que las cosas siguieran su curso. Era mejor no precipitarse. Las cosas estaban bien de esta forma. Al menos, ya había conseguido hablar con ella.
Mi móvil sonó. Un mensaje de Gonzalo:
"Buenas noches. Perdona que te lo diga ahora, pero antes se me olvidó. Cristina, la amiga de Elena, es muy simpática, me cae bien, ja, ja. Bueno, eso era todo. Buenas noches de nuevo, Don Juan".
Me tuve que reír. Me pareció que, a Gonzalo, le estaba empezando a gustar Cristina. No, si al final con la tontería, acaba él antes con la amiga de Elena que yo con ella.
En fin, ya el tiempo dirá lo que pasa.
Me giré hacía la izquierda, cerré los ojos y me quedé dormido.

Veintitrés(Elena):

¡Esto era un sueño!
Estaba teniendo una conversación de lo más normal con Manuel. No había tartamudeado ni una sola vez. Incluso me reía.
Estábamos en la Plaza Mayor de nuestro pueblo, sentados en un banco. Cristina y yo estábamos sentadas entre los dos chicos. Ella hablaba con Gonzalo y yo, con Manuel.
En esta hora que llevaba hablando con él, había descubierto que era mucho más simpático de lo que creía. Creo que me estoy enamorando aún más de él. ¿He dicho enamorando?. Lo pensé un segundó mientras me perdía en sus ojos.
Si, era verdad. Estaba completamente enamorada de Manuel. Y aquella situación, lo dio por hecho.
Hablábamos de lo que nos gustaba hacer, en qué empleábamos nuestro tiempo libre, etc...
-A mí me gusta mucho leer, el cine, la música y estar con mis amigas, como es lógico.
-A mí también me gusta mucho leer, pero ahora con mis estudios, no puedo leer mucho, que digamos- añadió en una bonita sonrisa.
Su sonrisa me dejó hipnotizada. Es que es tan guapo, tan bueno, tan... Era mejor que no me perdiese por mi mundo, si no quería perder el hilo de la conversación.
De pronto, Cristina se levantó. Me quedé mirándola. Gonzalo también se levantó. Mi amiga me miró y dijo:
-Voy a comprar gominolas, ¿queréis algo?.
-Espera, que voy contigo- dije.
-¡No!, ya voy yo con Gonzalo. Tú quédate aquí con Manu y sigue hablando con él.
-Pero...
-Ni peros ni nada, Elena. Te quedas aquí con mi amigo. No creas que voy a secuestrar a tu amiga. Puedes estar tranquila que no va a pasarle nada- dijo Gonzalo.
Estaban intentando dejarme a solas con Manuel. Esta me la pagaba Cristina. Así que me tuve que resignar y quedarme allí sentada. Eso sí, mi amiga no se libró que la mirase mal mientras se iba riendo con Gonzalo.
-Hay que ver como se ha puesto tu amiga en cuanto le has dicho que querías ir con ella- dijo Manuel.
-Está loca- dije y lo miré.
No sé por qué, pero sonreí.
Él también lo hizo y un millón de mariposas revolotearon por mi estomago.
-No sé lo que podrán estar tramando- dijo él.
Me encogí de hombros, pues tenía una ligera idea de lo que tramaban.

Veintidós(Manu):

Mientras la veía trabajar detrás de la barra del pub, me convencí para hablar con ella de una vez. No debía de esperar más. Cuando saliésemos de allí, aprovecharía. No iba a perder más tiempo.
-Un buen partido para quien se la lleve- oí decir a Cristina.
Giré la cabeza hacía ella. Me miraba sonriendo y luego, empezó a buscar algo en su bolso. Vi que sacaba una pequeña libreta y un bolígrafo. Garabateó algo en una hoja y me pasó la nota:
Aprovecha y no seas tonto. Elena está colada por ti hasta los huesos. Está esperando a que le digas algo. Es un poco tímida, pero en cuanto lleve cinco minutos hablando contigo, se suelta. Así que, aprovecha la ocasión.
La miré y asentí.
Tenía razón: ya era hora de que hablase con ella. No podía desperdiciar un minuto más. Estaba decidido hablar con ella. Y eso fue lo que hice en cuanto salimos del pub.
Gonzalo se percató de mis planes y se puso a hablar con Cristina en un tono muy animado. Elena y yo íbamos detrás de ellos. Noté a la chica algo tímida, pero haría caso a las palabras de su amiga. Veremos si es verdad.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en el pub?
-¿Cómo?... ¡Ah!, pues un año, más o menos.
-¿Te gusta?- pregunté intentando mantener una conversación con ella.
-Hombre, no es santo de mi devoción, pero tampoco está mal. Prefería trabajar en otra cosa, pero esto está bien.
-¿Y en que te gustaría trabajar?
-Me gusta mucho eso de ser recepcionista de hotel. Creo que cumplo los requisitos académicos para ello.
-Suena bien. Lo mío, como sabes, es la medicina. Es una carrera larga, pero está bien.
-Yo de pequeña, quería ser enfermera, pero ya no.
-¿Y eso?
-Me da cosa ver la sangre. Me pongo mala de sólo pensar en ver a alguien cubierto de sangre- dijo con cara de asco.
Me reí y ella también.
Gonzalo y Cristina miraron hacía atrás. Ambos sonrieron. Parecían contentos de que, por fin, mantuviera una conversación con Elena.
Ni yo mismo me lo creía. Ella parecía sentirse bien hablando conmigo. Eso era una buena señal o, al menos, me lo parecía a mí.

Veintidós(Manu):

Mientras la veía trabajar detrás de la barra del pub, me convencí para hablar con ella de una vez. No debía de esperar más. Cuando saliésemos de allí, aprovecharía. No iba a perder más tiempo.
-Un buen partido para quien se la lleve- oí decir a Cristina.
Giré la cabeza hacía ella. Me miraba sonriendo y luego, empezó a buscar algo en su bolso. Vi que sacaba una pequeña libreta y un bolígrafo. Garabateó algo en una hoja y me pasó la nota:
Aprovecha y no seas tonto. Elena está colada por ti hasta los huesos. Está esperando a que le digas algo. Es un poco tímida, pero en cuanto lleve cinco minutos hablando contigo, se suelta. Así que, aprovecha la ocasión.
La miré y asentí.
Tenía razón: ya era hora de que hablase con ella. No podía desperdiciar un minuto más. Estaba decidido hablar con ella. Y eso fue lo que hice en cuanto salimos del pub.
Gonzalo se percató de mis planes y se puso a hablar con Cristina en un tono muy animado. Elena y yo íbamos detrás de ellos. Noté a la chica algo tímida, pero haría caso a las palabras de su amiga. Veremos si es verdad.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en el pub?
-¿Cómo?... ¡Ah!, pues un año, más o menos.
-¿Te gusta?- pregunté intentando mantener una conversación con ella.
-Hombre, no es santo de mi devoción, pero tampoco está mal. Prefería trabajar en otra cosa, pero esto está bien.
-¿Y en que te gustaría trabajar?
-Me gusta mucho eso de ser recepcionista de hotel. Creo que cumplo los requisitos académicos para ello.
-Suena bien. Lo mío, como sabes, es la medicina. Es una carrera larga, pero está bien.
-Yo de pequeña, quería ser enfermera, pero ya no.
-¿Y eso?
-Me da cosa ver la sangre. Me pongo mala de sólo pensar en ver a alguien cubierto de sangre- dijo con cara de asco.
Me reí y ella también.
Gonzalo y Cristina miraron hacía atrás. Ambos sonrieron. Parecían contentos de que, por fin, mantuviera una conversación con Elena.
Ni yo mismo me lo creía. Ella parecía sentirse bien hablando conmigo. Eso era una buena señal o, al menos, me lo parecía a mí.