miércoles, 21 de diciembre de 2011

Dieciocho(Elena):

Cuando llegué a casa, inmediatamente fui a mi habitación. No eran ni las nueve de la noche, así que mi madre me preguntó que si me pasaba algo. Le respondí que no, que simplemente me iba a duchar y que iba a coger la ropa para hacerlo.
Entré en mi habitación, cerré la puerta y cogí el diario que siempre guardaba en un cajón de mi escritorio. Empecé a escribir:
Miércoles, 20 de Mayo.
¡No me lo puedo creer!. Hoy, en el pub, han entrado varios amigos de Manuel y, Gonzalo, uno de ellos, se ha quedado hablando conmigo. Y, ¿a qué no sabes que me ha dicho?. ¡Que le gusto a Manuel!. Estoy que ni me lo creo.
Aún no se lo he dicho a las chicas. La próxima vez que lo vea, no se como voy a reaccionar. No creo que le guste de verdad, pero,¿Gonzalo no tenía por qué mentirme?, ¿No?.
Estoy muy contenta por esto. A ver si descubro algo más.
Me voy a duchar, que ya va siendo hora y si mamá descubre que estoy escribiendo en el diario, me mata (en sentido figurado, claro está). Bueno, me marcho... Hasta pronto.


Dejé el diario en su sitio y me metí en el baño. Salí unos treinta minutos después, con la cabeza ida.
Mamá ya tenía la cena puesta en la mesa. Papá se dio cuenta que me pasaba algo, porque yo sonreía como tonta.
-Déjala, Ricardo. Debe de haber descubierto algo sobre su actor favorito o algo de ese estilo. Porque, si no, no me explico su reacción- dijo mamá.
-A lo mejor, la pequeñaja se ha echado novio- dijo Amelia, mi hermana mayor.
-Muy graciosa- le contesté.
Nuestra interesante conversación, se vio interrumpida por el sonido del teléfono. Mi hermana se levantó y cogió la llamada. No tardó mucho en decir para quien era:
-Elena, te llaman.
Me levanté de un salto, aunque no tenía ni idea de quien me podía llamar a esta hora.
-Hola, Elena, soy yo, Cristina.
-Hola, ¿pasa algo?
-No, no claro que no. Es que te quiero confesar lo que hablé con Manuel.
¡Ha buena hora lo hacía!, pensé.
-Te escucho.
-Verás, me dijo que... que tú le gustas a él y que temía que lo rechazaras, porque quizás no te gustase.
-¡Ah!- exclamé.
Mi amiga notó que no me había sorprendido ante sus palabras.
-¿No te sorprendes?
-Ya lo sé. Sé que le gusto.
-¿Y cómo lo sabes?- Ahora, la sorprendida era ella.
-Gonzalo me lo ha dicho.

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