jueves, 23 de junio de 2011

Once (Manu)

¿A qué se podía referir la amiga de Elena cuando dijo que no creía que los colores de su cara fueran porque se estaba recuperando?. Miré a ambas amigas. Elena mantenía la mirada fija en el suelo y su amiga, la miraba. Luego, fijó su mirada en mí:
-Perdona, pero con el ajetreo de Elena no me he presentado. Soy Cristina.- dijo la chica. Tenía el pelo castaño y un poco rizado. Sus ojos eran claros, como verdosos. Y era un poco más alta que Elena, pero sólo unos centrimetros.
-Yo soy Manuel, aunque ya veo que me conoces- dije sonriendo.
-Elena me contó lo que le dijiste- contestó ella y miró a su amiga, quien la miraba con el entrecejo fruncido.
Está se levantó deprisa y se tambaleó un poco al hacerlo. Cristina la agarró antes de que yo tubiese tiempo a reaccionar.
-¡Estoy bien!- exclamó- Creo que deberíamos irnos ya, se está haciendo tarde.
-¿Tarde?. Si apenas son las nueve...
-No quiero llegar tarde hoy a casa- le dijo.
La noté algo enfadada.
Yo también me levanté, pasé por el lado izquierdo de Elena y me despedó de ambas chicas.
-Yo me marcho para mi casa. Hasta pronto- dije.
Di dos pasos y me volví.
-Elena, tomate algo más con azúcar cuando llegues a tu casa, ¿vale?- le aconsejé.
-Si. Muchas gracias por todo- contestó ella con una sonrisa.
-Adiós- fue lo único que salió de mi boca.
-Adiós- respondieron las dos chicas.
Hice un gesto con la mano a modo de despedida y me fui. Hoy, después de seis años que me llevaba gustando esa chica, había estado un rato con ella y había tocado su piel.
La verdad, es que no me esperaba hacerlo de aquella manera. Siempre que lo había pensado, era algo como cogerle de la mano o algo parecido. Pero nunca había imaginado que la tuviera desmayada entre mis brazos.
Era un poco anticuado en esas cosas, eso siempre me lo decían mis amigos.
Anticuado y un sentimental de cuidado.
Llegué a casa, solté el malentín con el ordenador portatil y me fui a cenar.

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